sábado, 8 de enero de 2011

El Adolescente Frente a su Proyecto de Vida

El acompañamiento y consejo de padres, mentores y amigos es valioso; sin embargo el proyecto de vida debe responder, de manera muy particular, a las características personales de cada adolescente.

Al nacer, cada persona se encuentra inmersa en una realidad familiar y sociocultural, que influye en su manera de pensar, sentir y actuar. Desde niños jugamos con la idea de ser médicos, bomberos, maestros, veterinarios. En ocasiones podemos decidir qué vestiremos para ir al parque, con quién jugaremos o qué muñeco llevaremos de paseo; decisiones que a simple vista pueden resultar insignificantes, pero que a la larga se constituyen en una especie de entrenamiento y punto de referencia para la adecuada toma de decisiones en situaciones y circunstancias futuras.

La adolescencia es un periodo muy particular de la vida. Abandonamos la niñez para adentrarnos en la vida adulta. Esta época de transición es caracterizada por muchos, como una etapa de cambios radicales y de grandes retos.

La búsqueda de respuestas a preguntas como ¿quién quiero ser?, ¿cómo quiero ser? o ¿qué quiero ser?, pasan a primer plano. Las ideas infantiles se topan de frente con las nuevas prioridades y expectativas.

Los adolescentes necesitan un motor que los impulse hacia la consecución de esas metas, además de las emociones que pueden ser pasajeras. Sus sueños deberían estar acompañados de una guía acerca de lo que desean lograr y de cómo pueden conseguirlo. Para ello es muy útil tener un plan o proyecto de vida.

El proyecto de vida puede entenderse como un bosquejo de nuestras metas, con los pasos que queremos dar en el presente para lograrlas. Este esquema facilita el logro de las mismas, porque nos permite tener una visión más clara de las cosas que debemos hacer para alcanzar nuestros propósitos.


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